miércoles, 12 de enero de 2011

DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO. Exposición Trabajo Genocidio Cultural


En fecha 2 de diciembre de 2010 se llevó a cabo en la Facultad de Derecho de la UNMdP, dentro de la Cátedra de Derecho Internacional Público, la exposición de Pueblos Originarios. En la misma, la alumna Geraldina Carboni, presentó el siguiente trabajo sobre Genocidio Cultural por Omisión, centrando el estudio, análisis y reflexión en lo perpetrado durante la denominada Campaña del Desierto.


NACIÓN RANQUEL
Introducción
Son numerosas las noticias de los pueblos indígenas, de su agonía, de su exterminio, del predominio de los intereses económicos de las  grandes industrias multinacionales, frente a la cultura, los derechos humanos y la propiedad de las tierras en las que han vivido durante muchos miles de años.
Nuestra hipocresía no puede ir más lejos. Los derechos humanos no tienen raza o color, son propiedad de todos los hombres y mujeres de esta tierra. Debemos hacer algo para que no desaparezcan miles de pueblos indígenas que en estos momentos se encuentran al borde del exterminio.
La sociedad mundial demanda la protección de los pueblos indígenas no solamente en cuanto al indisponible derecho a la vida, sino a todos los derechos necesarios  para su desarrollo personal y social, sobre todo el derecho a su conservación cultural y al reconocimiento su la propiedad de sus tierras y su costumbre.
Es por ello que como alumna integrante de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata actualmente cursando la materia Derecho Internacional Público me he interesado, gracias a la colaboración de Norma Conde (Docente, Concientizadora Cosmovisión indígena y coordinadora del Grupo “Abya Yala” Difusión cultural y educativa indo americana ), por tratar la cuestión Nación Ranquel.
El presente trabajo consta de tres partes: la primera con el objeto de contar quienes son y quienes fueron los ranqueles junto a la cultura que los identifica; la segunda al efecto de tratar el genocidio ranquel a partir de octubre de 1878 y por último la hipótesis sobre la problemática actual nación Ranquel que trataré mas adelante.
1) Breve reseña sobre el estilo de vida ranquel y algunas de sus costumbres
Hace aproximadamente 8.000 años atrás, en estas tierras, es decir, en el centro de lo que hoy es nuestra República Argentina, habitaba un grupo humano llamado Ranquel o gente de los carrizales.
Los Ranqueles vivían en comunidades, cada una con su Lonco o jefe y su gente. Eran nómadas, es decir, se trasladaban de un lugar a otro buscando agua para poder sobrevivir; y a pesar de que se reconocía la existencia de un territorio Ranquel, las diferentes comunidades no eran propietarias de ninguna parcela en especial sino que se trasladaban según sus necesidades, libremente, compartiendo con sus pares la tierra.
Las comunidades estaban regidas por un consejo de ancianos y el Lonco. La figura del anciano era fundamental ya que se lo consideraba fuente de sabiduría por su basta experiencia; por ello eran consultados por los jefes a la hora de gobernar. Para llegar a ser Lonco se debía ser descendiente, parte de la dinastía dirigente, pero con eso no bastaba sino que había que demostrar aptitud para el gobierno, de lo contrario era lícito elegir a alguien mejor.
Eran muy cuidadosos de la familia, por ello cada una vivía en un toldo en el cual se podían encontrar catres o camas para cada integrante, fabricadas con horquetas y cueros que servían de colchón y mantas. Además tenían divisorios que separaban a los hijos de las hijas y a éstos, de la pareja progenitora.
El Lonco, por su condición de jefe, podía tener mas de una mujer pero solo tantas como pudiera alimentar y no más. Cada mujer vivía con sus hijos en un toldo aparte. De cualquier manera, la crianza de todos los hijos del Lonco era compartida por las mujeres del mismo.
La jornada en la comunidad Ranquel comenzaba muy temprano con un baño, en el río o la laguna, fuera invierno o verano. El trabajo estaba dividido según el sexo. Las mujeres se quedaban en el toldo, lo limpiaban, cuidaban a los hijos, cocinaban. Los hombres salían a cazar, buscar leña, alimentar a los animales.
Hacían utensilios de cerámica, que en realidad eran de barro mezclado con arcilla. Trabajaban en el telar para la confección de las vestimentas. Hacían adornos de plata para el cuello, pecho, cabeza, prendedores, que después adornarían a la o las mujeres del Lonco. Estos  ornamentos no solo servían para marcar el rango y las riquezas acumuladas, sino también para espantar a los malos espíritus. Amansaban a los caballos con métodos no agresivos, convirtiéndose los animales en fieles amigos que conocían los caminos aborígenes a la perfección y les permitían a los Ranqueles realizar destrezas y acrobacias para escapar del enemigo, que no siempre fue el huinca o blanco sino que también sufrieron los ataques de los de Arauca, un grupo de aborígenes que venían desde Chile.
Los oficios se enseñaban de padres a hijos por lo que se conservaban dentro de la familia y su descendencia.
Se alimentaban de la carne de animales salvajes como el avestruz, la vizcacha, el guanaco, la liebre. Preferían comer la carne de potro a la de vaca ya que creían que la primera era mas sana. Cuando mataban a un animal todo se repartía y nada se desperdiciaba. Utilizaban la carne para comerla, preferentemente asada; el cuero para confeccionar los toldos, camas, abrigo, mantas, calzado, recipientes para transportar agua. Solían también hacer sogas con las tripas del animal.
Frente a las enfermedades también recurrían a la naturaleza. Usaban las plantas, sus hojas, raíces y frutos para preparar infusiones y así aliviar los males que los aquejaban. También recurrían al azúcar quemada y la sangre tibia de un potro recién sacrificado, como fuente de energía y fuerza reparadora.
Admiraban a algunos animales y copiaban las conductas que de ellos les parecían más oportunas e ingeniosas, entre ellas las del avestruz. Trataban de imitar a éstos animales en la crianza de sus hijos y en la reacción frente al peligro, haciendo movimientos raros para que los demás integrantes de la comunidad se dieran cuenta de que algo no andaba bien, entonces se apresuraban a meterse en sus toldos o a esconderse.
Los Ranqueles adoraban al universo en su totalidad: el sol, la luna, la tierra, el agua, el aire. Realizaban ceremonias en honor a él, en donde hacían pedidos por los enfermos, los alimentos y también agradecimientos. Bailaban, cantaban, hacían ofrendas. Este amor a la naturaleza se debe a que gracias a ella podían alimentarse, vestirse, curarse, protegerse, aprender, en fin, podían existir. Con sus ceremonias solo devolvían a la naturaleza el amor que ella les daba.

2) Genocidio ranquel: Conquista del desierto un proyecto genocida
Los Rankülche eran aguerridos, resistentes también hábiles cazadores y expertos en la caballería, pero al mismo tiempo al promediar el siglo XIX eran una potencia de lanzas y boleadoras frente a un gobierno con voluntad de expansión que tenía fusiles y telégrafos. Todo comenzó el  sábado 26 de octubre de 1878 en los campos del Pozo del Cuadril, Villa Mercedes (San Luis) cuando el ejército encerró en un corral y  fusilo a sangre fría entre 50 y 60 ranqueles que fueron a buscar las provisiones prometidas por un tratado de paz firmado meses antes. Ello marcó el inicio de la Campaña del Desierto cuyo Jefe de la Organización fue el hermano de Julio A. Roca. Lo que pasó en esos campos es uno de los capítulos silenciados de la historia oficial argentina. Este ataque sorpresivo y demencial obedecía únicamente a lo que ya se había pretendido desde la instauración de Roca y su gobierno: “No dejar indio vivo en todo el centro de la República Argentina porque estas tierras tienen que ser incorporadas al proceso productivo que la nación se había propuesto llevar adelante”
Después de largos años de malones, ofensivas y precarios espacios de paz se había llegado a la Campaña del Desierto. En menos de dos años con certeros ataques del ejército se borró a un pueblo que había ofrecido el auxilio de 3000 guerreros al virrey Sobremonte durante las invasiones inglesas.
Hasta  los últimos ataques los ranqueles ocuparon “El país de los montes” (Mamüll Mapu) por su abundancia de árboles. El peso demográfico de ese pueblo no era abrumador. Lucio Victorio Mansilla (1831-1913)  en su “excursión a los indios ranqueles” estima que su población apenas superaba a las 10.000 personas, en cambio intimidaba su dominio territorial.
El ámbito territorial era en líneas generales desde la altura de Santa Rosa (capital de La Pampa) hacia el norte de la misma ocupando todo el sur de San Luis hasta la ciudad de Villa Mercedes, todo el sur cordobés por lo menos Departamento Gral. Roca y esporádicamente algunos departamentos del sur de la provincia de Santa fe y del oeste bonaerense.
Las cifras de la campaña del desierto nunca serán precisas, no hace falta, los nativos muertos y los prisioneros de diversas etnias según la memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879 eran más de 14.000. Todos los sobrevivientes fueron destinados a la servidumbre y el desparramo mientras que otros cayeron por la viruela o desahuciados por el alcohol. Y mezclados entre las estadísticas y las penas estaban los ranqueles…
En los periódicos de la época quedo un relato crudo de la forma en que se repartían los nativos originarios secuestrados: “Llegan los indios prisioneros con sus familias, a los cuales trajeron caminando en su mayor parte, o en carros. La desesperación, el llanto no cesa, se les quita a las  madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas. Los hombres indios se tapan la cara. El padre indio se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”. Según Luis Garro (Centro Estudios Ranquelinos) eran llevados principalmente a la ciudad de Buenos Aires tratados prácticamente como si fueran una mercancía negándoles la existencia como seres humanos, por supuesto sus derechos nunca fueron tenidos en cuenta y es en esa época que la sociedad porteña, quien financió la campaña del desierto para quedarse con todas las riquezas que en aquellas tierras había. Esa digna sociedad era la que tenia además de crueldad un acto de cobardía ya que llegaban a los lugares donde tenían confinados a las mujeres indias con sus hijos, y se repartían según comenta el autor como “cachorros de perro”, se repartían los hijos. Estas señoras iban y buscaban alguna “chinita” para que les barriera el patio o algún indiecito para que les podara las plantas, o ser juguete de sus hijos. Los elegían y arrancados de su madre de la peor forma como si no tuviesen derecho sobre su hijo, desarmaban sus familias y como si fuera poco en el último estadio de su crueldad se llevaban a los hijos a quien sabe que destino.
Sin lugar a dudas lo que se vivió en aquellos tiempos fue un genocidio. Según lo dispuesto por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, se entiende por genocidio cualquiera de los siguientes actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso:
  • Matanza de miembros del grupo;
  • Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
  • Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
  • Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
  • Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
Si bien no se exterminó a toda la población,  la definición se da por el proyecto, no por resultados, la intencionalidad de acabar con un pueblo. Y aquí hubo un proyecto genocida. Otra parte de la definición de genocidio habla de “actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo étnico, racial o religiosos como tal”. Y la forma sistemática en que fueron atacando después de finalizada la campaña y la resistencia indígena, con partidas de policía contra la familias que habían quedado, lo ratifican.

2) Hipótesis
Luego de haber abordado a modo de introducción acerca de la cultura ranquel, sus usos, costumbres y estilo de vida en general, haciendo un breve pasaje de lo que Nación Ranquel vivió a partir de octubre de 1878 en los campos del Pozo del Cuadril, como inicio de la mal llamada “Conquista del desierto” el objetivo es traer esta temática a la actualidad, a la problemática de nuestros días. Si bien es cierto que en los últimos años se ha producido un importante avance en el reconocimiento de su nación, como es el caso de la provincia de San Luis y la restitución de tierras a indios ranqueles entre otras construcciones que se realizaron en junio del 2009 por parte del gobernador Alberto Ródriguez Saá, muchas son las cuestiones que restan resolver para que efectivamente se cumplan  los derechos enumerados en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos originarios adoptada en la Asamblea General el 13 de septiembre de 2007.
Es por ello que la hipótesis que me he planteado  en este trabajo es argumentar porque considero que: “En Nación Ranquel, como en otros pueblos originarios, existe GENOCIDIO POR OMISION como nuevo mecanismo de discriminación”.
Se entiende por genocidio, según la Convención para la prevención y sanción para el delito de genocidio,  cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial, político o religioso, como tal con algún propósito particular. Estos actos comprenden la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, el exterminio o la adopción de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el grupo.
Los delitos por omisión son abstenciones, se fundamentan en normas que ordenan hacer algo. Es nuestra Constitución Nacional la que en su artículo 75, inciso 17 establece como atribuciones del Congreso  reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que lo afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones". Tenemos que reconocer con mucha pena en el alma que muchas de las disposiciones de esta norma no se han cumplido en lo más mínimo, salvo honrosas excepciones.
Me refiero a un genocidio por omisión ya que en el mismo veo reflejada la idea por parte del Estado y de la sociedad en general de un nuevo mecanismo de discriminación que consiste en negar la existencia misma de este pueblo como la de tantos otros pueblos originarios de Argentina. La invisibilización de los pueblos originarios es una de las formas de discriminación. En la medida en que se niega la existencia, los pueblos indígenas reclaman derechos que no les dan y no se los dan porque “no existen”. Entonces, a los pueblos indígenas se les está negando la propia existencia. Ya no se les niegan los derechos, se les niega la existencia. El genocidio actual esta invisibilizado por una cuestión de clase y etnia y esta situación se ve reflejada  cuando muchas veces son considerados y tratados como un estorbo a eliminar por quienes tienen como política y fin expropiarse de sus territorios y recursos naturales y desconocer sus derechos ancestrales, humanos, especiales. El genocidio que los extingue se caracteriza por el asesinato sistemático de nuestros hermanos, por la destrucción de los fundamentos esenciales de sus vidas y por los actos perpetrados con la intención de destruir su integridad cultural e integralidad étnica también se configura con las lesiones graves a la integridad física y psicológica de ellos , con el sometimiento intencional o por omisión política de a condiciones de existencia que acarreen su extinción demográfica o destrucción, con las medidas destinadas a impedir su crecimiento o sostenibilidad demográfica, con el traslado por la fuerza de sus niños de sus comunidades, con la negativa del estado a reconocer y garantizar sus derechos territoriales o a ignorar los instrumentos del derecho internacional de los derechos humanos como el Convenio No. 169 de la OIT, la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas y la declaración americana de los derechos indígenas entre otros.
Todos los sobrevivientes de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Gobierno de Argentina a los Rankülche, quedaron en absoluto silencio sobre su pasado, callando su idioma, sus costumbres, tratando de adaptarse ante la fundación de los pueblos de La Pampa y si cada vez que alguien se identifica como indígena en Argentina y otros le niegan su derecho a hacerlo argumentando que los indígenas fueron exterminados, que en todo caso son "descendientes" pero no "verdaderos indígenas", las prácticas genocidas vuelven a mostrar su prolongada eficacia.
La vergüenza y la discriminación racial fueron las causas que, junto a un sistema educativo que reafirmaba su desaparición y los dotaba de salvajes frente a la nueva sociedad colona, influyeron en las nuevas generaciones de jóvenes que hoy que en muchas oportunidades niegan y se avergüenzan de su propia identidad como sucede actualmente en las escuelas y que de reconocer su descendencia indígena lo hacen con temor, porque a lo me­jor sus abuelos temían hablar en la lengua originaria, o porque en el colegio se burlaban de ellos. “Yo era un indio de mierda”, recuerda Luis Dentoni, quien junto con otro puñado de interesados, es uno de los protagonistas de la lucha ranquel por rescatar su lengua. Lo dice, porque no olvida que hace algunos años, él, junto a los descendientes directos de los indígenas, eran víctimas de discriminación en todas partes. “Éramos discriminados por los compañeros, por los mismos profesores, el indio era lo peor, el indio era el ladrón, el atorrante”, relata. Es claro que esta falta de identificación y pertenencia por parte de los alumnos evidencia a la escuela como un espacio de discriminación y marginación.
La lengua de los ranqueles apenas persiste en un puñado de hablantes y algunos de ellos tratan de enseñarlo a las nuevas generaciones como una manera de rescatarlo. A pesar de algunos avances, los resentimientos históricos que aún se perciben de manera sutil entre “indios” y “blancos”, las miradas de recelo hacia lingüistas y antropólogos que quieren investigar su cultura, la falta de continuidad de los cursos y las dificultades para capacitar nuevos docentes son algunos de los obstáculos de una batalla que por momentos parece inevitablemente perdida para los ranqueles. Sus derechos se ven coartados toda vez que el sistema de salud no reconoce su medicina ancestral otorgándoles la opción a elegir entre la medicina convencional o la misma a la hora de producirse un parto porque de ser así es evidente que el sistema colapsaría.
A continuación quisiera citar algunas declaraciones que realiza el dirigente Rankül, Germán Canhué, en su reciente libro “Los Rankülche sobre la Huella de Mansilla: “Podemos seguir enumerando cientos de casos de discriminación oficial, algunos evidentes, otros sutiles pero siempre discriminación, como son no respetar nuestras pautas culturales, negar nuestra participación en los temas que nos competen – nunca se legisló sobre la realización de las consultas para todo aquello que nos afecte, de acuerdo a lo dispuesto por el Convenio 169 de la OIT -, no conformar en sede judicial las estructuras necesarias para que se respeten nuestros derechos (no existen en los tribunales personal que domine las distintas lenguas de nuestros pueblos;) no se respeta nuestras pautas culturales en materia de sanciones o delitos, ni se aplica - en general -, la legislación especial; demorar con artilugios el reconocimiento de nuestra Personería Jurídica, exigir que en la solicitud de personería agreguemos nombres de Pueblos ajenos a nuestra idiosincrasia, aprobar leyes como la del Patrimonio Cultural sin nuestra participación, dar prioridad en la distribución de recursos supuestamente para indígenas a ONGs donde nuestra presencia es nula mientras nosotros, sin recursos propios que nos permitan sostenernos, debemos deambular una y otra vez sin obtener resultados favorables. Cualquier persona con título, o congresista afín, o intendente, o cura, o recomendado, entra y sale mientras para nosotros la espera es interminable y la respuesta peor. Poco a poco, el 19 de abril, Día del Indio Americano, lo van transformando en “Día de la Diversidad Cultural”. Se está instrumentando una propuesta de Educación Iberoamericana, donde se nos menciona pero no se tiene en cuenta nuestra participación. La ley Nacional de Educación 26.206 no considera la educación de estudiantes indígenas migrantes. Sin desmedro alguno de los puntos mencionados una de las mayores discriminaciones sin duda es negarse a cumplir con una Ley aún ordenándoselo la justicia, que es el caso de la ley 23.302, que ya llega a los 19 años de juicio sólo porque exige la Participación Indígena, que el Estado se niega a ceder, en un evidente hecho discriminatorio, a pesar de que esta muy claro no sólo en la ley mencionada, también en el Convenio de la OIT, en el artículo 75 inciso 17 de la Constitución  Argentina, y mas que claro en la declaración de Naciones Unidas del 13 de septiembre de 2007, donde no deja lugar a dudas que los indígenas debemos manejar nuestros propios asuntos y llegar a la libre determinación. Entendemos que la discriminación se produce al aprobar Argentina dicha declaración de Naciones Unidas, así como la Ley 23.302, el convenio 169, la Constitución Nacional, y luego, sistemáticamente, dedicarse a no cumplirlas o a violarlas. En definitiva, todo lo que diga el relator Argentino ante ese estrado estará viciado de nulidad si no da respuesta a los puntos aquí expuestos. No hay lugar para excusas, aquí existe una flagrante violación premeditada, una evidente discriminación, de los derechos de los Pueblos Indígenas en Argentina, cuya respuesta no es aumentar la bolsa de comida o los planes sociales o designar mas punteros políticos, incluso indígenas, sino el cumplimiento estricto de todo lo escrito, firmado y aprobado. Alguna ves la justicia internacional habrá de ser escuchada en este país. Puede ser esta la oportunidad.”
No quisiera dejar de lado el rol que ocupa el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas creado por la Ley 23.302, organismo descentralizado que depende en forma directa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Su propósito en teoría es asegurar el ejercicio de la plena ciudadanía a los integrantes de los  pueblos indígenas garantizando el cumplimiento de los derechos que los asisten, consagrados constitucionalmente; propósito que se ve desvirtuado toda vez que no existen lineamientos transparentes de trabajo y los varios trabajadores especializados y comprometidos con los que cuenta el INAI se ven librados a la buena interpretación de consignas de trabajo arrojadas en reuniones cortas y poco precisas sin la dedicación que la complejidad de cada caso requiere. Existe la falta de una política clara y comprometida con el cumplimiento de los derechos de los pueblos originarios reconocidos por el Estado Argentino. Aquí la objetividad no existe y ello se comprueba cuando al reflexionar me pregunto qué política indígena tiene nuestro gobierno si las políticas hacia los pueblos indígenas pasan exclusivamente por un Instituto semi- autárquico, sin estructura propia ni participación indígena, creado por una ley que fue ampliamente superada por el espíritu de nuestra constitución nacional y del derecho internacional en materia de pueblos indígenas, y cuyas acciones transcurren sin pena ni gloria por la vida política nacional.
Considero que son suficientes los argumentos para considerar que en la actualidad Nación Ranquel entre otros pueblos originarios de la Argentina sufren un GENOCIDIO POR OMISION, un genocidio que ya no es con armas como lo fue en aquella Campaña del Desierto sino que se produce invisibilizado, negando su existencia y sus derechos, omitiendo, dejando que se mueran y consigo también su cultura.
Creo que es hora de que se proclame la imprescriptibilidad de los derechos de los pueblos indígenas y el derecho a la autodeterminación, y de exigir la reforma de la Convención de las Naciones Unidas contra el Genocidio con el fin de incluir «las numerosas formas de genocidio de pueblos indígenas», en particular el «genocidio cultural».
Para finalizar este trabajo me gustaría resaltar que sería positivo que desde los Gobiernos Nacional y Provinciales se acepten y se difundan los  hechos que aunque ocultos están en la historia. Y se reconozca no solo el Genocidio sufrido por los pueblos indígenas, también esa gran deuda que mantienen los Estados con los descendientes de los que habitaban estas tierras al momento de la colonización y de las mal llamadas conquistas. Todo eso amerita un reclamo de reparación interna. Nadie puede revertir lo que sucedió. Lo que podemos modificar en el plano interno es la propagación de ese genocidio, se puede y se debe compensar hoy a quienes están sufriendo las consecuencias del genocidio pasado.
                                                                                              Geraldina Carboni
Bibliografía
“Los Rankülche Sobre la Huella de Mansilla”. Germán Cahnue. Confederación Ranquel. Primera edición: 2010. San Luis libro. 1000 ejemplares. Bicentenario colección.
“Los derechos de los pueblos indígenas explicados para todas y para todas”. La declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas y su relación con normas fundamentales del derecho internacional. UNICEF. Primera edición. Agosto de 2008. 2000 ejemplares.
“El grito Mudo de la Tierra” (Ranqueles). Video informativo.